Los Refutadores de Leyendas han sostenido siempre que toda la Naturaleza
puede expresarse en terminos matematicos. Lo poco que queda fuera no existe.
Asi, esta comparcia racionalista se ha esforzado, utilizando cifras,
vectores y logaritmos, en representar cosas tales como el tango El Entrerriano
o los celos de las novias de la calle Artigas,
Cuando fracasaban, simplemente declaraban supersticion lo que no
conseguian encuadrar en sus estructuras cientificas.
Existia un minucioso catalogo de cosas inexistentes que se actualizaba
cada año.
Alli figuraban los sueños, las esperanzas, el hombre de la bolsa, el
alma, el ornitorrinco, el catorce de espadas, el Angel Gris de Flores, el gol
de Ernesto Grillo a los ingleses, la generala servida y la angustia.
Otra publicacion venerada fue el desmesurado libro Un Amor asi de
Grande, resultado del afan de medirlo todo. En ese trabajo no solo se otorgan
valores numericos a los colores, aromas y formas, sino tambien a las
sensaciones espirituales mas sutiles.
A lo largo de cien capitulos se establece la cantidad de adrenalina que
produce un individuo antes de ser vacunado, el volumen que alcanzan las
lagrimas de una madre a lo largo de su vida, la cantidad de cera que lleva en
sus oidos el conjunto de habitantes de la ciudad de Buenos Aires (suficiente
al parecer para lustrar todos los pisos del edificio de Obras Sanitarias), y
la energia que se consume en un suspiro.
Algunos datos producen indignacion en las almas sencillas: para esta
gente la novela Madame Bovary consiste en una cierta mezcla de medio
kilo de papel y un cuarto de litro de tinta. Los elementos quimicos que
componen al hombre son descriptos puntualmente con su precio en las
farmacias de la zona. De este modo se llega a la conclusion que mas barato
resulta un señor robusto que un velador.
No hace falta indicar el gran exito obtenido por esta curiosa forma de
evaluar el universo. Constantemente podemos oir en la radio las declaraciones
de brillantes deportistas que manifiestan hallarse en un setenta y cinco por
ciento, vaya a saber de que'. Los chicos preparan tablas de posiciones en
las que dan a entender que quieren primero a su madre, despues a su padre en
tercer lugar a la abuela, y en el cuarto -lejos- al tio Julian. Los boletines
de calificaciones no son otra cosa que la version escolar del pensamiento
de los Refutadores. Aunque la descripcion de la conducta
de un alumno que no ha estudiado su leccion, se reduce a un redondo
cero. Por el contrario, un estudiante talentoso y perseverante sera premiado
no con un cariño ni con una frase estimulante, sino con un diez.
No se sabe si los Refutadores de Leyendas escribian cartas de amor,
pero no seria extraño que sus mas tiernas declaraciones consistieran en
graficos representativos del progreso de sus sentimientos.
Todo este arrebato cientificista no pudo menos que causar la repugnancia
de los Hombres Sensibles de Flores, que confiaban mas en las corazonadas
que en la razon.
Como siempre ocurre, los excesos racionales generan desaforadas
rebeliones romanticas. Pero en el barrio de Flores esa rebelion no se
manifesto unicamente a traves del arte, sino que tuvo lugar - ademas- en el
propio terreno cientifico.
La Sociedad de Cientificos Sentimentales nacio gracias al impulso
del profesor Aurelio C. Frascarelli, quien harto de la deshumanizacion de
las disciplinas cientificas resolvio ponerle un poco de sangre al frio mundo
de las raices cuadradas y las cotangentes.
Este pensador delirante fundo la sociedad antedicha y edito un Manual
de Ingreso que nunca se supo si era un libro de texto o una coleccion
de intentos poeticos.
Las primeras innovaciones del manual son modicas. Se reducen a
la redaccion mas emotiva de los problemas de regla de tres compuesta.
Transcribimos uno de ellos:
Problema 14: Doce hombres tristes tropiezan en un año con ciento seis
desengaños. No se conocen entre si, pero sufren de un modo parecido. Pregunto
entonces : ?Cuantos desengaños padeceran ocho hombres tristes en seis meses?
Como se ve, lo novedoso consiste unicamente en reemplazar hortalizas
por desengaños, y en ciertas declaraciones innecesarias como el mutuo
desconocimiento y la tristeza de estos hombres. Pero conforme se
avanza en la lectura del Manual se encuentran cosas mas audaces. El Problema
187 es practicamente una novela corta. La descripcion psicologica
del protagonista -un comerciante poco escrupuloso- esta bastante bien lograda.
Hay personajes laterales (un cuñado que busca un tesoro oculto)
y una divertida pintura costumbrista de un almacen de barrio. La
pregunta final ("a cuanto debera vender el kilo de arroz?") resulta
insignificante al lado de otros interrogantes que no estan escritos, pero si
sabiamente sugeridos por el profesor Frascarelli: Tiene sentido la vida? Hay
algun proposito en el universo? Cumplimos sin saberlo con algun plan divino
o diabolico?
A partir de la mitad del libro, el autor empieza a tomar partido
arbitrariamente en arduas cuestiones matematicas. Paralelamente se incorporan
juicios eticos y esteticos en la explicacion de teoremas y postulados.
Se habla entonces de paralelepipedos atorrantes, de esferas traidoras, de
angulos aburridos y llega a decirse que el trapezoide es una figura que no
merece ser tomada en serio.
Las cuestiones biologicas son en el Manual de Ingreso verdaderas
fantasias. La vida del paramecio es un cuento de terror y Frascarelli llega a
afirmar que las amebas son muy guardianas y fieles a sus amos.
La actividad de los Cientificos Sentimentales no se reducia a la difusion
del Manual. En los años de oro del barrio de Flores, muchos maestros
romanticos dieron clase en una academia privada de la calle Condarco.
Los alumnos padecian la misma locura que los profesores. Cada vez que se
realizaba algun experimento en el gabinete de quimica, los jovenes salian
corriendo aterrorizados, mientras gritaban "cosa de Mandinga" o "el Diablo
anda suelto".
El propio Frascarelli dirigia un grupo de investigacion cuyos metodos
provocaban el escandalo de los Refutadores. Creian, por ejemplo, en la
busqueda de la casualidad. Este criterio podria escribirse asi: sabiendo
que muchos grandes descubrimientos se realizaron casualmente, parece
una buena idea disimular el verdadero proposito de la investigacion. Asi,
cuando se quiere encontrar una estrella, se busca un microbio. Los resultados
no fueron muy espectaculares, si bien Frascarelli se jactaba de haber
hallado un especifico que combatia el mal aliento, mientras buscaba la
piedra filosofal.
En ocasiones, los cientificos soñadores acudian a la busqueda
empirica y tomaban frascos de untura blanca , para ver que ocurria. Estas
experiencias se anotaban en un cuaderno que ha sobrevivido a la Sociedad
y en el que se refieren mas de mil quinientas locuras , que van desde
comer polvora hasta arrojarse al vacio desde diferentes alturas para establecer
los daños fisicos y morales que, mas alla de los cuatro metros , solian
traducirse en la muerte lisa y llana.
Hay que decir que aunque sus logros fueron pequeños, los propositos
de la Sociedad no tenian limites. Durante años trataron de hacer algun
milagro. Buscaron la esmeralda que cura todas las enfermedades, el elixir
de la eterna juventud, el polvo de Perlimpimpim, el jarabe del amor eterno
y la llave de la sabiduria. Discutieron sobre la cuadratura del circulo y la
inmortalidad del cangrejo y trataron de volver al pasado y visitar el futuro.
Todos saben que en el barrio del Angel Gris se destilaba el vino del olvido
y el licor del recuerdo. Tambien se conocen perfectamente sus
efectos y propiedades. Al parecer, lo que mataba era la mezcla.
Algunos mentirosos pretenden que estas maravillas fueron creadas
por los Cientificos Sentimentales. Nada mas falso. El vino fue obra de los
Amigos del Olvido, un club que proponia la abolicion del pasado. Y el licor
es -sin duda alguna- un hallazgo de Manuel Mandeb, el poligrafo de
Flores.
Tal como es facil sospechar, los cientificos romanticos fueron derrotados
por la predica incesante de los Refutadores de Leyendas.
Hoy todo el mundo rinde culto a la Ciencia Pura. Y se da una ilustre
paradoja: los Refutadores no han hecho mas que reemplazar a las viejas
leyendas por otras mas nuevas, mucho peores.
Los arquitectos razonables podran dudar de la existencia del alma,
pero suscribiran cualquier teoria sobre el atomo , los neutrones y los
protones, con la mayor alegria.
No importa si entienden estas teorias. En realidad -como dice
Sabato- el pensamiento cientifico parece tener mayor poder cuanto menos se
lo comprende.
Por eso se suele decir:
-Que bien que habla este hombre...! No alcanzo a entender ni una sola
de sus palabras.
Cuando un racionalista se pone supersticioso, no hay quien lo gane.
Todo parece indicar que el futuro pertenece a los Refutadores de Leyendas.
Tal vez por eso los miembros de esta entidad - la unica que queda
de las que existieron en los años dorados- se muestran tan optimistas con
respecto a lo que vendra.
Todos los adoradores del progreso nos pintan un porvenir lleno de
veredas moviles que nos evitaran el esfuerzo de caminar, con maquinas
invictas, con rios domados, y vehiculos cada vez mas veloces.
A las almas sencillas, la descripcion de estos espantosos mecanismos
les parece algo diabolico.
Porque en este proyecto de aparatos infalibles y formidables fuentes
de energia no parece existir la menor preocupacion por responder a alguna
de las preguntas que el profesor Frascarelli supo insertar en su memorable
problema 187.
La Sociedad Cientificos Sentimentales era una locura. Pero tal vez
hace falta un poco de locura entre tanta exactitud y precision.
Seran buenos los calculos y los teoremas inexpungables, si es que se
aplican a rombos, angulos y cubos. Pero empiezan a fallar cuando se trata
de personas.
Y a lo mejor esto constituye la mas grande virtud del hombre, su toque
divino. El ultimo de los atorrantes de Flores es mas interesante que una
estrella, solamente porque su comportamiento no es previsible.
Nada de esto significa que debamos renunciar a la ciencia y su arsenal.
Que se sigan inventando licuadoras y tonicos contra el catarro. Dos
mas dos son cuatro. Los Refutadores de Leyendas tienen razon. Pero nada
mas que eso: razon.
A mi no me alcanza.